
La reconocida tenista Monika Seleš nació en la ciudad de Novi Sad, en la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY), el 2 de diciembre de 1973. Hija de padres de origen húngaros, creció como yugoslava en un ambiente multicultural, pues su ciudad natal era la capital de la multinacional provincia de Vojvodina, habitada por serbios, húngaros, rumanos, eslovacos, rutenos, croatas, gitanos, etc.
A los seis años de edad comenzó a jugar al tenis de la mano de su padre, quien era un apasionado jugador amateur. Pero como Monika, rápidamente, comenzaba a destacarse empezó a practicar con la entrenadora y ex tenista profesional Jelena Genčić. Pero, debido a que su nivel no parecía tener techo, sus padres decidieron que cruzara el océano atlántico y fuera entrenarse a la Academia de Tenis de Nick Bollettieri, en el Estado de Florida, en los Estados Unidos de América.
Su carrera como profesional comenzó desde muy pequeña y tempranamente, a los 16 años de edad, ya se había consagrado campeona del prestigioso torneo de Roland Garros. De allí en adelante no paró de ganar y romper todos los records, consolidándose como la indiscutible número uno del tenis femenino. La alemana Steffi Graf, la checoslovaca nacionalizada estadounidense Martina Navratilova, la argentina Gabriela Sabatini, y otras grandes tenistas de la época, quienes hasta la aparición de la joven yugoslava habían dominado el circuito terminaron quedando relegadas escalones abajo. Los amantes del tenis eran privilegiados testigos de un momento histórico. Se asistía al desarrollo y consagración de una verdadera maravilla del deporte. Sin embargo todo iba a cambiar de un día para el otro: la primavera europea de 1993 el momento histórico, la ciudad alemana de Hamburgo el lugar, Günter Parche el autor del crimen, el establishment tenístico/mediático el garante ideológico de la barbarie.
La infancia y los primeros pasos
Cerca del río Danubio, en la ciudad de Novi Sad, en el barrio de Liman 4, en la calle Balzakova 26, vivió Monika con su familia durante su infancia. De muy pequeña le “quitó” la raqueta de las manos a su hermano mayor, Zoltan, para comenzar, sin saberlo, a escribir una de las historias más apasionantes y singulares de la historia del deporte. En un reportaje su padre dijo: “Al principio lo tomaba todo con deleite infantil, como diversión. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que el diablo había jugado una broma y que el tenis se convertiría en la elección de su vida”.
En el estacionamiento que se encontraba frente al edificio donde vivían los Seleš, el padre amarró una cuerda en los paragolpes de dos autos para simular una red, y entonces su hija practicaba durante todo el día los singulares movimientos que luego la hicieron famosa. “Lo que más me gustaba era golpear la pelota contra la pared y agradezco a los vecinos que el ruido no les molestara. Incluso hoy soy más feliz cuando hay un gran muro a mí alrededor. Es una red de seguridad, la música que más me agrada al oído”, escribió Monika en una de sus autobiografías.
Su madre, Ester, era profesora de historia mientras que su padre, Karolj, se desempeñaba como caricaturista profesional en dos diarios yugoslavos: “Dnevnik” (“El Periódico”) y “Magyar Szó” (“Mundo Húngaro”). Según las declaraciones públicas de ambos, la relación con su padre parece haber sido muy profunda y cercana. Karolj tenía una gran pasión por el tenis, deporte que practicaba con asiduidad de manera amateur. Y, en los hechos, fue el primer entrenador de Monika. Cuando era una niña le dibujaba caricaturas tenísticas con el fin del que el deporte se le hiciera, también, algo divertido. Siempre estuvo cerca de su hija y luego del atentado, cuando Seleš se estaba recuperando de la herida, ella recibió una noticia que la devastó: a Karolj le habían diagnosticado cáncer de próstata. Años después, en un reportaje que dio al diario serbio Kurir, recordó que le dolía mucho más la incertidumbre por la salud de su padre que la herida, y las consecuencias, causada por el cuchillo de Parche.


La adolescencia, Florida y el éxito deportivo:
Cuando su padre ya no estaba a la altura de la potencialidad tenística de Monika la posta fue tomada por la leyenda yugoslava Jelena Genčić, quien luego de haber estudiado Historia del Arte, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Belgrado, se había dedicado al tenis, de manera profesional tanto como al balonmano, habiendo sido también la directora de la Televisión de Belgrado. Genčić, una vez retirada como tenista, comenzó a desempeñarse como entrenadora, y fue la maestra, no solo de la pequeña Monika sino también de dos grandes tenistas nacidos en la ex Yugoslavia: Goran Ivanišević Novak Đoković.
En un reportaje dado al periódico serbio Politika, en el año 2007, Jelena Genčić así se refería a la niña Monika Seleš:
“Tenía solo ocho años y medio, era bajita, casi más baja que la red, pero se notaba que sentía la pelota y el juego. Cuando, como seleccionadora, recibí una invitación para traer una niña y un niño al campeonato mundial de jugadores menores de 10 años en Caracas, Venezuela, me decidí por Monika Seleš y Goran Ivanišević. Monika se convirtió la campeona y Goran perdió en la final. Después de eso, trabajé con Monika durante cuatro años. Su padre Karolj, un verdadero fanático del trabajo, siempre estuvo con nosotros. Con esfuerzo conjunto, él con perseverancia y yo con no menos fuerza y trabajo profesional que la talentosa Monika, logramos construir una jugadora de talla mundial”.
Karol y Ester, cuando Monika tenía 13 años, aceptaron el ofrecimiento de Nick Bollettieri para que su hija fuera a entrenar a su academia, a Florida Estados Unidos de América (EUA). Allí compartió sus días con tenistas de magnitud tales como Andre Agassi, Jim Courier y Goran Ivanišević. Toda la familia se trasladó, desde Yugoslavia a los Estados Unidos de América, con la pequeña prodigio y al poco tiempo llegaron los notables resultados. En 1989, con tan solo 15 años de edad, obtuvo su primer título derrotando a la histórica y gran campeona estadounidense Chris Evert. Al año siguiente, con tan solo 16 años, ganó 9 torneos incluyendo Roland Garros y el Torneo de Maestros. En 1991 se consagró como la número uno del mundo, obteniendo 10 títulos. En 1992 ganó otros 10 torneos consolidando aún más su liderazgo indiscutido. De enero de 1991 a febrero de 1993 logró 231 victorias con solo 23 derrotas y ganó 30 títulos. Su enfoque único del juego y su fuerza mental hicieron una verdadera revolución en el tenis femenino.
En 1990 la famosa revista francesa Paris Match la describía de la siguiente manera: “Cuando aparece en la cancha con sus ojos de gato, uñas fluorescentes y sonrisa chispeante, hipnotiza a todo el público. Esta chica es el mayor talento natural que jamás haya aparecido en el tenis femenino”.


El Ataque
El 30 de abril de 1993, cuando se estaba jugando el torneo de tenis femenino Citicen Cup, en la ciudad de Hamburgo, la tenista yugoslava, con el marcador 6-4,4-3 a su favor, se fue al descanso. Mientras se encontraba sentada y reponiendo energías fue atacada, cobarde y bestialmente, por el ciudadano alemán Günter Parche. Recibió una puñalada por la espalda, con un cuchillo que medía 23 cm, que le causó una herida de 2 cm de profundidad en el omóplato. El cuchillo estuvo bien cerca de dañar la médula espinal y provocar un daño irreversible. Gunter Parche fue reducido por gente del público mientras intentaba asestar un segundo cuchillazo.
Al día siguiente las autoridades del Citicen Open y de la Asociación de Tenis Femenino decidieron continuar con el torneo, como si nada hubiese ocurrido, mientras que Monika se encontraba internada en el Hospital Universitario Hamburg-Eppendorf.
Parche, luego del atentado, confesó cuales fueron los motivos que lo habían llevado a atacar a la número uno del tenis mundial. Resultó que estaba obsesionado con Steffi Graf y deseaba que esta recuperase el número 1, de la clasificación mundial, que había perdido frente a Seles en 1991. La tenista alemana se había convertido en el eje central de su vida: su habitación, en la casa de su tía, estaba decorada con fotografías de la tenista y repleta de vídeos con sus victorias. En una oportunidad había escrito “Caminaría sobre el fuego por ella. Es una criatura de ensueño cuyos ojos brillan como diamantes y cuyo cabello brilla como la seda”.
En el juicio a Parche la justicia alemana lo considero “víctima” de una discapacidad intelectual, y ante la confesión de que no volvería a atacar a Seles solo permaneció seis meses en prisión. Inmediatamente la tenista yugoslava manifestó reprobación y una firme negativa a volver a jugar en territorio alemán, sosteniendo lo siguiente: “¿Qué clase de mensaje transmite esto al mundo? El señor Parche ha reconocido que me acechó, entonces me apuñaló una vez y ahora el tribunal ha dicho que no tiene que ir a la cárcel por su crimen premeditado. Él vuelve a su vida, mientras que yo todavía no puedo, porque me estoy recuperando de la agresión, la cual podía haberme matado”.
En su autobiografía Monika describió el momento del atentado contra su vida:
“El 30 de abril de 1993 fue un día soleado con cierto escalofrío en el aire. Recuerdo que era viernes y el marcador iba a mi favor 6-4 y 4-3, estábamos en mitad de un descanso. Recuerdo estar allí sentada, con la toalla, pensando una sola cosa: ‘Solo dos juegos más’. Entonces me incliné para beber un poco de agua, tenía la boca seca. ‘Me bebo esto rápido y a cerrar el partido’. Es curioso cómo una cosa tan pequeña puede tener un impacto tan grande en tu vida, aunque esto no lo pensé hasta muchos días después. Los doctores me dijeron que, si no me hubiera inclinado en ese preciso instante, hubiera habido altas posibilidades de haberme quedado paralizada. De repente, justo en el momento en el que mis labios tocaron el agua, sentí un terrible dolor en la espalda”.
“Mi cabeza se giró rápidamente buscando el foco de aquel dolor y allí encontré a un hombre con un gorra de baseball y una sonrisa burlona. Sus brazos estaban por encima de su cabeza y sus manos agarraban un cuchillo enorme. Entonces se abalanzó sobre mí. No entendía qué estaba pasando, durante un par de segundos me senté en mi silla, totalmente petrificada, mientras dos personas devolvieron al hombre de un empujón a la grada. Había hundido el cuchillo unos 4 cm en mi espalda, en la parte superior izquierda, a unos milímetros de la columna vertebral. Me caí de la silla, retrocedí un par de pasos y me desplomé en las manos de un hombre que había entrado en la pista para ayudarme”.
“Justamente, ese día mis padres se habían quedado en el hotel, así que me puse a buscar a alguien que conociera. Zoltan (su hermano) y Madeleine (una entrenadora del circuito) se quedaron conmigo por un instante. Escuché a gente gritando, pidiendo ayuda, llamando a los sanitarios, era todo un caos. Estaba en shock, pero recuerdo un pensamiento que me vino rápidamente a la cabeza: ‘¿Por qué?’. Había sido apuñalada. En una pista de tenis. Delante de 10.000 personas. Lo que más me suele preguntar la gente es: ¿Te dolió? La respuesta es sí, mucho. Fue peor que cualquier dolor que podáis imaginar. Una vez entendí lo que había pasado, entré en estado de shock, una reacción automática del cuerpo para defenderse de aquella sensación. Era demasiado complejo procesar de golpe aquel dolor físico y aquella confusión mental. Durante el camino en ambulancia, con mi hermano a mi lado agarrándome la mano, aquel dolor me protegió de ver cómo mi mundo se desmoronaba por completo. Eso ya vendría luego”.
“La estancia en el hospital estuvo marcada por un tráfico constante de policías y doctores. No entendía ni una sola palabra de alemán y desconocía la gravedad de mi herida. La escena era demasiado violenta y se estaba convirtiendo en una pesadilla publicitaria para el torneo. La mañana del domingo, dos días después de la agresión, Steffi vino a visitarme al hospital”.
«Por aquel entonces, todo el mundo sabía que el atacante era un fanático trastornado que quería que Steffi regresara de nuevo a lo más alto del ranking. Nuestra conversación solo duró unos minutos, ya que ella tenía que irse para jugar la final. Estaba confusa, ¿en serio el torneo todavía estaba en marcha, como si nada hubiera pasado? Estuve en una burbuja de dolor durante dos días, ahí perdí la noción del tiempo, pero di por hecho que el torneo habría sido cancelado. La organización, en cambio, pensó diferente. Esto fue una dura lección que me ayudó a entender la parte comercial del tenis, donde lo más importante es hacer dinero, por encima de todo lo demás”.
El padre no había podido asistir al torneo de Hamburgo porque unos días antes había comenzado a sentirse verdaderamente mal. Según Monika su padre era de la “vieja escuela”, era de aquellos hombres que detestaba a los médicos y no le gustaban los exámenes. Luego del ataque, cuando había sido trasladada, para recuperarse de la profunda herida a un hospital en Vail, Colorado, sus padres se unieron a ella y le comunicaron la dramática noticia del cáncer del padre. Aquellos momentos, relatados en primera persona en su autobiografía, fueron un verdadero infierno:
“En Vail, pasé mucho tiempo junto al teléfono esperando noticias de mis padres. La cirugía de papá salió bien y luego se sometió a quimioterapia. Quería estar a su lado, pero primero tenía que curarme. Durante dos meses liberé mi frustración a través de la fisioterapia, atacándola con la misma intensidad con la que jugaba los partidos. Pasé por innumerables y dolorosos ejercicios de fortalecimiento muscular usando bandas de plástico suave que son muy difíciles de estirar”.


La vuelta y la muerte de Karolj
Mientras Mala Mo (Pequeña Mo, en serbocroata) se recuperaba del intento de asesinato, la Asociación de Tenis Femenino (ATF) debía toma una decisión acerca de que hacer con el ranking. ¿Se le iba a mantener su clasificación hasta que pudiera volver a jugar o no? Para resolver la cuestión la ATF realizó una reunión en Roma con las principales tenistas del momento.
«En aquellas fechas hubo una reunión en Roma donde estuvieron 17 de las 25 mejores jugadoras del circuito. Allí se votó si había que congelar o no mi ranking durante mi recuperación, aunque nadie sabía lo que podría durar. ¿Dos semanas? ¿Dos meses? ¿Dos años? Todas las jugadoras votaron por su propio beneficio, excepto Gabriela Sabatini, que se abstuvo. El resto, votaron en contra. Me dolió mucho cuando me enteré, aunque desde un punto de vista comercial, tampoco me sorprendió. Subir una simple posición en el ranking significa más dinero y nuevos sponsors, así que la gente ganaría más dinero estando yo fuera. De hecho, un sponsor que estaba a punto de cerrar antes de la agresión, me dejó tirada y se fue con Steffi. Fue la misma decepción que cuando me enteré que no se había cancelado el torneo, todo era un negocio, pero era difícil asimilarlo cuando la herida de mi espalda todavía estaba reciente”.
Casi dos años y medio después del ataque de Hamburgo Mala Mo volvió a la competición, en agosto de 1995, ganando el torneo de Montreal, venciendo a Amanda Coetzer en la final. Al comienzo del año siguiente, en 1996, se consagró campeona en el Abierto de Australia, pero aunque las cosas iban bien en lo deportivo la enfermedad de su padre avanzaba y eso se hacía sentir en el ánimo de la tenista yugoslava. En sus palabras, escritas en su autobiografía, puede entenderse como vivió el derrumbe y la muerte de su padre:
“Empiezo todos los días pensando en él. A medida que pasa el tiempo, lo extraño más y más. Dondequiera que viajaba en las competencias, papá siempre estaba a mi lado. Cuando lo operaron de cáncer de próstata y se cayó en la cama, yo estaba a su lado. Le di morfina para calmar el dolor y lo animé a perseverar, tal como me animó a mí en los torneos. Falleció en mayo de 1998 y esa pérdida me duele más que la herida de Hamburgo. Era difícil cuando durante el partido, habitualmente, miras al público y te das cuenta de que el lugar más importante ha quedado vacío para siempre”.
Si bien no se puede decir que el regreso al circuito haya sido un fracaso, es imposible poder comparar el juego y los resultados previos al ataque de Günter Parche. Los dos años y medio sin jugar. Las consecuencias físicas y psicológicas del torneo de Hamburgo, sumado a la enfermedad y muerte del padre fueron obstáculos, prácticamente, imposibles de superar. A principios de la década del 2000 decidió dejar la raqueta a un costado de su vida. Y en un comunicado oficial, dedicado a sus seguidores, decía lo siguiente: “Durante casi tres décadas, todas las mañanas me despertaba pensando en tenis. En los últimos años me he dado cuenta de que hay cosas mucho más importantes en este mundo, las mismas cosas que echaba de menos cuando pasaba mis días poniendo la pelota sobre la red. Después de todo, han llegado algunas nuevas generaciones de jóvenes leonas ávidas de victorias y gloria, por lo que no tiene sentido que una mujer retirada las rete a un combate. Creo que dejé el deporte profesional con el tiempo. La raqueta y las pelotas cambiaron mi vida, compartieron el mismo destino conmigo, cada gota de sudor, cada segundo pasado en la cancha. Para mí, el tenis nunca ha sido una dificultad o un trabajo”.


La República Federativa Socialista de Yugoslavia: fraternidad de los pueblos vs nacionalismos, el hogar de Monika
La RFSY se había formado luego de la Segunda Guerra Mundial (SGM). Estaba compuesta de seis repúblicas (Croacia, Serbia, Montenegro, Macedonia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina) y dos provincias autónomas al interior de la república de Serbia (Kosovo y Vojvodina). Se hablaban distintos idiomas como el serbocroata, el esloveno, el macedonio, el albanés, el húngaro, etc. No había ningún tipo de fronteras entre las distintas repúblicas y con el paso del tiempo la identidad yugoslava había ido tomando fuerza, sobre todo entre los hijos de matrimonios mixtos. En los censos nacionales de población el casillero yugoslavo, a la hora de indicar nacionalidad, era cada vez más utilizado.
La riqueza de la fusión de culturas y nacionalidades se veía reflejada en las creaciones artísticas. La banda de rock más destacada de la Yugoslavia comunista, Bijelo Dugme, había nacido en la multicultural Sarajevo y tenía entre sus integrantes a Goran Bregovic (hijo de padre croata de Bosnia y madre serbia de Bosnia) Željko Bebek (hijo de padres croatas de Bosnia), Mladen Vojičić (hijo de padre serbio de Bosnia y madre croata de Bosnia) Alen Islamović (hijo de padres musulmanes de Bosnia). Los exitosos grupos de música pop, de la década de 1980, Magazine y Zana, el primero surgido en Croacia y el segundo en Serbia, tuvieron dos famosas cantantes: Ljiljana Nikolovska (nacida en Croacia pero de origen macedonio) y Zana Nimani (nacida en Belgrado pero de padres albaneses de Kosovo). Uno de los más talentosos actores del cine yugoslavo, Bekim Fehmiu, era hijo de padres albaneses de Kosovo pero nacido en Sarajevo. El reconocido director de cine, miembro de la crítica Ola Negra del cine yugoslavo, Želimir Žilnik nacido en un campo de concentración, durante la SGM, es hijo de padre esloveno y madre serbia. El escritor Danilo Kiš, nacido en la ciudad serbia de Subotica, era hijo de un judío húngaro y de una montenegrina de Cetinje. Pero la historia del notable cantautor yugoslavo Kemal Monteno es la más interesante, si se privilegia la fraternidad de los pueblos y la rica comunicación entre las personas. Osvaldo, el padre de Monteno, era un militar italiano originario de Monfalcone. Durante la SGM fue enviado a Yugoslavia como parte del ejército invasor italiano. Allí conoció Bahrija, una chica musulmana de la cual se enamoró. Así es que Kemal nació en 1948, en la Sarajevo de posguerra, y se crio en un “hogar musical”, pues su padre le cantaba canciones folclóricas italianas mientras que su madre lo “sumergía” en las mágicas melodías de la Sevdalinka.


La rica mezcla de nacionalidades y culturas, que distinguía a Yugoslavia, había sido una constante durante siglos y siglos en los Balcanes. Sin embargo, el surgimiento y consolidación de los movimientos nacionalistas, de finales del siglo XIX y principios del XX, había ido creando enemistades entre gente que hasta “ayer” convivía en los mismos pueblos y ciudades. Las Guerras Balcánicas y La Primera Guerra Mundial (PGM) habían enfrentado, violentamente, a los trabajadores y campesinos de los distintos pueblos y nacionalidades. Pero la SGM iba superar con creces el pasado reciente, que iba a quedar como un aperitivo ante la barbarie del capitalismo imperialista nazi y los movimientos nacionalistas burgueses que atacaron, como nunca antes, la convivencia de los yugoslavos.
El reino de Yugoslavia, surgido luego de la PGM y gobernado por una monarquía hegemonista serbia, fue escenario de serias disputas nacionalistas. El asesinato del líder de la oposición croata, en el parlamento en 1928, Stjepan Radić y el magnicido del rey Aleksandar Karađorđević, en Marsella en 1934, daban cuenta de la tensión nacionalista. Y en ese delicado contexto el país fue invadido por las fuerzas fascistas de Hitler y Mussolini, en abril de 1941. Pero los invasores no estuvieron solos, se sirvieron de la ayuda de distintos nacionalismos autóctonos. Sin dudas el nacionalismo católico-fascista de los ustashas croatas fue la experiencia político-militar más siniestra, pero también la colaboración llegó de parte del nacionalismo pro-monárquico serbio, tanto como de grupos nacionalistas eslovenos, albaneses y musulmanes bosnios. Los ustashas croatas, los cetniks serbios, los domobranci eslovenos, las SS Handzar musulmanas de Bosnia y los Balli Kombëtar albanokosovares pelearon junto a la invasión nazi-fascista contra la resistencia del pueblo yugoslavo. De un lado, y enfrentando a los invasores, estaban los yugoslavos (sin distinción de nacionalidades) y del otro, colaborando con los invasores, estaban todas las organizaciones nacionalistas descriptas arriba. Conforme fueron avanzando los enfrentamientos el pueblo yugoslavo fue organizándose y la resistencia tomó el nombre de Movimiento Partisano y los comunistas yugoslavos se habían ido consolidando, con el paso del tiempo, como la dirección político-organizativa del movimiento.
Sin embargo, es muy probable que aquellos hombres y mujeres que llenaban las filas de los partisanos, a lo largo y ancho del territorio yugoslavo, no se definieran a sí mismos como comunistas y, menos aún, “devotos” de las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels. Es decir, que la dirección del movimiento partisano se hubiera conformado con los más importantes dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia (PCY) no hacía que los millones de campesinos y obreros que enfrentaron a los nazis y sus aliados fueran comunistas. Pero había, si, algo nuevo, algo distintivo, algo que se iba a ir constituyendo, con el paso del tiempo, en la causa principal del feroz ataque a la RFSY.
La organización de la resistencia partisana era multinacional y entonces rompía con la dinámica estandarizada de organización y dominación burguesa: los movimientos nacionalistas y el Estado-Nación burgués. Eric Hobsbawm en su libro “Naciones y Nacionalismo desde 1780”, sostiene que el nacionalismo antecede a la Nación, es decir que la inventa, y no al revés. Por lo tanto desestima el axioma burgués que reza: “a cada Nación le corresponde un Estado”. Siguiendo la lógica del historiador británico se puede sostener que sí son los nacionalismos (burgueses) los que crean los Estados-Nación y no quienes vienen a hacer “justicia” histórica con una Nación que no tiene Estado, se desvanece la “identidad previa”, el “derecho histórico” que termina siendo la legitimación ideológica de la dominación, opresión y explotación capitalista implícita en el Estado-Nación burgués.
En el invalorable libro de John Reed, “Los diez días que conmovieron al mundo”, que describe los sucesos revolucionarios rusos de 1917, el periodista y comunista estadounidense describe de la siguiente manera a la clase propietaria rusa:
“Una gran parte de las clases ricas preferían los alemanes a la revolución —incluso al Gobierno provisional— y no ocultaban estas preferencias. En la familia rusa con quien yo vivía, a la hora de cenar se conversaba invariablemente sobre la llegada de los alemanes, que traerían «la ley y el orden». Una noche, en casa de un comerciante de Moscú, a la hora del té, pregunté a once personas si preferían a Guillermo o a los bolcheviques. Ganó Guillermo por diez contra uno”.
En el mismo libro Reed cuenta la charla que había tenido con un empresario ruso:
“La revolución —me dijo— es una enfermedad. Más pronto o más tarde, tendrán que intervenir las potencias extranjeras, como se interviene a un niño enfermo para curarlo o ayudarlo a caminar. Evidentemente, no será éste el mejor remedio quizá, pero hay que comprender que las Naciones no pueden permanecer indiferentes ante el peligro bolchevique y la propagación de ideas tan contagiosas como la de la «dictadura del proletariado» o la de la «revolución mundial”.
En la Rusia revolucionaria, ante el avance de las tropas del Káiser y el avance de la revolución del pueblo ruso, las clases acomodadas preferían la invasión alemana a que el poder fuera tomado por aquellos que hablaban el mismo idioma, profesaban la misma religión, compartían la misma cultura y eran herederos de la misma “historia nacional”. ¿Qué había pasado que era preferible la invasión de, hasta ayer, una Nación hostil como la alemana, en lugar de que el poder fuera tomado por el conjunto de pueblo trabajador ruso? ¿A dónde había ido a parar la Madre Patria Rusa?
Sucede que en ciertas circunstancias históricas la dominación burguesa es cuestionada. La hegemonía ideológica se debilita y las prácticas del conjunto del pueblo trabajador cuestionan las relaciones de producción capitalistas. En dichas circunstancias es cuando pueden observarse los verdaderos rostros. Las máscaras se caen y la clase capitalista, acorralada, abandona la “defensa” de la Nación y va en busca de la solidaridad de su verdadera hermana de sangre, la clase dominante de otro Estado-Nación.
En Yugoslavia, durante la SGM, los trabajadores del campo y la ciudad, dejando a un lado las diferencias nacionales, lucharon contra el invasor y sus colaboradores locales. Y de esta manera hicieron caer las caretas que ocultaban los verdaderos intereses de cada uno de los nacionalismos burgueses yugoslavos. Quedó en evidencia el interés del clase por sobre la ficción ideológica de la Nación. Y la Yugoslavia comunista, como consecuencia de la práctica político-militar que le permitió nacer, terminó conformándose como un país multinacional y federal. El país tuvo infinidad de problemas y dificultades, sobre todo como consecuencia del surgimiento y consolidación de castas burocráticas, pero los nacionalismos desaparecieron por unas décadas y serbios, croatas, musulmanes, albaneses, macedonios, montenegrinos, eslovenos, etc, también eran yugoslavos. Los matrimonios mixtos estaban a la orden del día y convivencia nacional era la regla.
Pero para principios de la década de 1980, como consecuencia de las graves crisis económicas y políticas de Yugoslavia, fueron surgiendo los movimientos nacionalistas y con el paso del tiempo tomando más y más fuerza. ¿La causa? El fracaso y la inminente liquidación de los regímenes comunistas de Europa Oriental. ¿El medio para instrumentalizar la restauración capitalista en Yugoslavia? Los movimientos nacionalistas.


El Trágico final de Yugoslavia
Yugoslavia comenzó a dejar de existir durante el transcurso de la década de 1980. Mijaíl Gorbachov había “llegado” con la Perestroika y la Glasnost bajó el brazo, y esto implicaba la introducción de mecanismos de la economía de mercado capitalista y la relajación de la jerarquía y verticalidad en el manejo de la comunicación en la URSS. Se podría decir que Yugoslavia había empezado mucho antes su propia Perestroika, allá lejos y hace tiempo, cuando fue expulsada de la Kominform[1], en mayo de 1948 por el estalinismo soviético, y radicalizada 25 años más tarde cuando la constitución de 1974 dio más libertades para el comercio exterior a cada una de las repúblicas, en detrimento del poder central.
La RFSY, desde muy temprano, comenzó a relacionarse fluidamente con occidente sin dejar de ser un país comunista. Sin dudas el hecho de ser un Estado comunista, sin ser soviético, situó al país en un lugar de privilegio que no tenía el resto de los países comunistas de Europa Oriental. El país balcánico tenía una cintura que se movía de oriente a occidente con relativa comodidad. La Guerra Fría, más que un impedimento, se presentaba como una oportunidad. Además, desde principios de la década de 1960, se había convertido en uno de los líderes del Movimiento de Países No Alineados. Esta circunstancia ubicó, al país liderado por la carismática y legitimada figura de Tito, en una situación de prestigio. En los papeles, al menos, en la “Tierra de los Eslavos del Sur”[2] no había explotación capitalista ni opresión soviética. El pasaporte yugoslavo era aceptado en, casi, todo el mundo y Yugoslavia le abría las puertas a todo aquel que quisiera visitarla.
En Yugoslavia, luego de la SGM, se había abolido la gran propiedad privada capitalista, y esto había liquidado las grandes diferencias materiales, naturales en las sociedades burguesas, entre los habitantes del país. No existieron magnates ni millonarios como tampoco pobres ni indigentes. La calidad de vida era para todos, excepto para los encumbrados miembros del partido, más o menos la misma. Las empresas eran estatales o, en todo caso, una suerte de cooperativas estatales cuando entró en vigor el comunismo de autogestión yugoslavo. Los que estaban ubicados en los altos puestos de las empresas, tanto como los funcionarios políticos más importantes, fueron aquellos que se elevaron, un poco, por encima del resto de la población. Pero ni por asomo existieron las diferencias materiales que caracterizan a la vida en la sociedad capitalista.
El Estado burgués tiene por fin organizar y mantener las relaciones sociales capitalistas de producción, es decir vela por la salud de las “leyes” del modo de producción capitalista. Si no existieran estas “leyes”, es decir sin la explotación del hombre por el capital, no habría capitalismo. El pasaje del modo de producción feudal al modo de producción capitalista se terminó de consolidar cuando lo político, es decir el dominio del Estado, fue hegemónicamente burgués. Así es que, históricamente, el capitalismo no ha empezado desde el Estado sino que más bien lo capturó para terminar de imponerse como modo de producción hegemónico. Las relaciones sociales capitalistas, en su devenir, toman el poder político para, desde allí, organizarse y “eternizarse”.
En Yugoslavia la liquidación del Estado burgués y el surgimiento del Estado socialista fue consecuencia de las características de la Lucha Antifascista de Liberación Nacional. El levantamiento popular contra los nazis, y sus colaboradores, fue liderado y organizado por los comunistas. Y esta circunstancia iba a condicionar fuertemente el futuro del país, pues la práctica político militar de la guerra, es decir la organización de lucha sin distinción de nacionalidades, contra el invasor imperialista y el colaborador nacionalista, iba a ir prefigurando el futuro Estado: organización política comunista y fraternidad multinacional. El nacimiento de la RFSY hacía a un lado al capitalismo y desterraba a sus motores políticos e ideológicos: los movimientos nacionalistas.
Pero la liquidación de la explotación capitalista no implicaba la extinción de la explotación y opresión en general. La opresión no había desaparecido porque la existencia del Estado hacía que esto fuera imposible. Sucedía que la concentración del poder político iba generando una “elite”, una casta privilegiada, que no solo no apretaba el acelerador para llegar a una sociedad sin explotadores ni explotados, una sociedad sin clases, sino que ni siquiera levantaba el freno de mano.
El comunista Milovan Đilas, uno de los líderes más importantes de Movimiento Antifascista de Liberación Nacional de Yugoslavia, fue expulsado de las filas del Partido Comunista de Yugoslavia y del gobierno yugoslavo, del que había sido vicepresidente, en 1954, y encarcelado, en 1956, debido a sus constantes críticas a la elite política. El marxista, nacido en Montenegro, denunciaba que en Yugoslavia, y el resto de los países comunistas bajo la égida soviética, quienes controlaban la administración del Estado, debido al monopolio de poder, estaban construyendo en torno a sí mismos una «nueva clase» social. Al haber desaparecido el capitalismo, según Đilas, los militantes comunistas y sus dirigentes se agrupaban en una «élite de burócratas». Y que aunque no eran propietarios de los medios producción, sí se aprovechaban de la administración de los mismos para proporcionarse privilegios y ventajas que estaban fuera del alcance del resto de los trabajadores.

En el Estado comunista yugoslavo no existía una Nación que se impusiese sobre otra. Es decir no había opresión ni explotación nacional. La explotación y opresión existente no tenía que ver con la Nación sino con las diferencias entre la clase dirigente, con todos sus privilegios, y el resto de los ciudadanos, con todas sus obligaciones. La burocracia comunista se había ido “elevando”, del resto de la gente, y quien formara parte o estuviera cerca de ella se beneficiaba. Pero no existía el derecho de admisión; los miembros de la casta podían ser serbios, croatas, eslovenos, montenegrinos, etc. Se puede decir que se dio la siguiente ecuación: cuando el comunismo yugoslavo gozaba de buena salud, el poder político y los beneficios materiales poco tenían que ver con la Nación y mucho con la pertenencia a la clase dirigente. Pero cuando la salud yugoslava comenzó a deteriorarse, sobre todo desde comienzo de la década de 1980, el poder político y los beneficios materiales tenían que ver con la clase dirigente nacional y no con la clase dirigente a secas. Yugoslavia empezaba a desvanecerse y Serbia, Croacia, Eslovenia, Kosovo, Macedonia y Bosnia-Herzegovina comenzaban a cobrar vida como entidades políticas separadas.
Los Estados comunistas levantados en Europa Oriental luego de la SGM, y Yugoslavia aunque con características singulares no dejaba de ser uno más, no eran la instancia final de la emancipación social, es decir desaparición de la explotación social. A diferencia de la burguesía, que cuando capturó el poder político ya había desparramado por todos lados su hegemonía económica, la clase obrera y el campesinado estaban a años luz de arrimarse a algo parecido. En el mejor de los casos, la tarea de dar vida al socialismo pretendía ser mediada por el Estado comunista. Pero la concentración del poder político en manos de la clase dirigente no solo no construyó el socialismo sino que generó las condiciones para la restauración capitalista.
Las vacas son el animal meteorológico por definición. Cuando sienten la llegada de la lluvia dejan de pastar y moverse, y comienzan a agruparse para tumbarse en el piso. De esta manera logran conservar el calor, manteniendo el pasto seco debajo de ellas. Las burocracias dirigentes yugoslavas, al sentir que se venía el diluvio, se pertrecharon muy bien y se subieron a la barca de la retórica y prácticas nacionalistas. Así pudieron capear el temporal y estar listas para el “nuevo mundo”.
La “belle époque”, a la balcánica, duró lo que podía durar, su existencia estaba delimitada por las propias condiciones que le habían dado vida. Occidente la había tratado bien, había sido condescendiente, porque tenía un enemigo mayor: la URSS y sus satélites en Europa Oriental. Pero las circunstancias históricas se habían modificado, sustancialmente, desde aquellas palabras de Harry Truman, cuando en 1948 le advertía a la URSS que una invasión soviética a Yugoslavia no dejaría inmóvil a los EUA. En los años 80 del siglo pasado, ni Moscú pretendía invadir Belgrado ni Washington tenía intención alguna en que el régimen comunista yugoslavo siguiera con vida. Por lo tanto “Dobra Stara Vremena”, (“aquellos buenos viejos tiempos” es una frase con la que se recuerda, en los países de la ex Yugoslavia, la época de oro del país) estaban desapareciendo.
La deuda externa se fue haciendo una pesadilla para el país y en 1985 ascendía a 19.000 millones de dólares. El Fondo Monetario Internacional (FMI) había aconsejado, ese mismo año, que se abandonara el proceso de descentralización económica que había sido promovido durante la década de 1970 por Movimiento de Autogestión Yugoslavo. Es que las empresas yugoslavas disponían, libremente, de buena parte de las divisas que obtenían de sus exportaciones. Entonces estas eran negociadas en un mercado negro, tolerado, en el que el dólar alcanzaba a menudo cotizaciones superiores al 50% de su valor oficial. Pero como la receta centralizadora del FMI no funcionó, la crisis no pudo ser encausada y la situación económica no había mejorado para finales de la década de 1980.
Al igual que lo acontecido en el resto de las repúblicas comunistas de Europa Oriental, entre 1989 y 1990, se abandonó el régimen de partido único y se lo reemplazó por uno multipartidista. Rápidamente los nacionalismos se fueron imponiendo en las elecciones de cada una de las repúblicas y, al poco tiempo, se disponían a abandonar Yugoslavia. El 25 de junio de 1991 las repúblicas yugoslavas de Eslovenia y Croacia declararon la independencia de la RFSY. El 8 de septiembre de 1991 la república de Macedonia hizo lo mismo. El 5 de abril de 1992 la república de Bosnia-Herzegovina declaró su independencia, también. El 28 de abril de 1992 se formó la República Federal de Yugoslavia, que contenían a las antiguas repúblicas socialistas de Serbia y Montenegro. En poco más de medio año la Yugoslavia comunista, nacida luego de la SGM, se había transformado en 5 Estados. Pero en Croacia, Bosnia-Herzegovina, inmediatamente, y en la provincia serbia de Kosovo, más tarde, la desintegración del país iba a estar mediada por guerras fraticidas.
El lema “Bratstvo i Jedinstvo” (“Hermandad y Unidad”), surgido durante la guerra contra el nazismo y hecho baluarte durante décadas en la RFSY, fue destruido por los movimientos nacionalistas. La convivencia, surgida en buena medida como resultado de la lucha codo a codo de todos los pueblos y nacionalidades de Yugoslavia contra el invasor y sus colaboradores durante la SGM, volaba por los aires como consecuencia de las balas y bombas de las tropas nacionalistas serbias, croatas, musulmanas y albanokosovares. La gente común, que hasta “ayer” formaba parte de un mismo pueblo, que iba a la misma escuela, que vivía en el mismo barrio, etc, fue empujada a la división. La unión de los trabajadores, de todos los pueblos yugoslavos, había hecho posible la aniquilación del nacionalismo burgués tanto como del capitalismo imperialista; pero el fracaso del régimen comunista burocrático yugoslavo habilitó la restauración capitalista, que vestida de independencia patriótica, y empujada por las potencias imperialistas, iba a terminar provocando una dramática guerra fraticida.


Todos contra Yugoslavia
Los grandes medios de comunicación internacionales, tanto como los gobiernos de las principales potencias (y sus acólitos) y buena parte de la academia internacional fueron construyendo un relato acerca de la desintegración de Yugoslavia. Una historia maniquea que dividía el asunto entre buenos y malos, entre víctimas y victimarios, entre oprimidos y opresores. De un lado iban a estar los agresores y genocidas serbios y del otro los agredidos y las víctimas croatas, musulmanas y albanokosovares. Unas masacres iban a ser publicadas hasta el hartazgo y otras ocultadas con sofisticada “discreción”.
¿Pero cuál fue la causa que dio vida al cuento, maniqueo, sobre la desintegración de Yugoslavia? ¿Por qué los serbios iban a ser los malos y el resto de los pueblos y nacionalidades los buenos? ¿Por qué no se iba a diferenciar a las clases dirigentes, de cada una de las nacionalidades, de la gente común de esas nacionalidades? ¿Por qué las sanciones internacionales iban a dirigirse solo a uno de los bandos en guerra y no a todos? Y sobre todo: ¿Por qué siempre subyacía, y subyace, la sentencia de que la causa de guerra era la absoluta imposibilidad de convivencia de los eslavos del sur?
Para intentar responder estas preguntas es necesario describir, brevemente, como los últimos pasos de la fraternidad yugoslava fueron hechos pedazos desde adentro y desde afuera del país. Como el accionar de los nacionalismos burgueses yugoslavos y los intereses de las principales potencias confluían para darle fin a la convivencia.
En Sarajevo, la capital de la República Socialista de Bosnia-Herzegovina, ante la creciente tensión nacionalista pro-bélica se organizó, el 5 de abril de 1992, una masiva manifestación pacifista. Pero la misma fue dispersada por las balas del nacionalismo serbo-bosnio. Se puede decir que ese hecho fue el comienzo de la guerra, que duró hasta finales de 1995. Durante poco más de tres años y medio el nacionalismo serbo-bosnio, el nacionalismo croata-bosnio y el nacionalismo musulmán bosnio fueron los tres bandos enfrentados en una larga y cruenta guerra civil. El final de las hostilidades llegó con la intervención política y militar de la OTAN.
La OTAN “legitimó” su intervención militar como consecuencia de tres cobardes ataques sobre población civil: “Las Masacres en el mercado de Markale” y la “Masacre de Srebrenica”. La palabra Markale es la fonética, en serbocroata, del término alemán Markthalle, que significa mercado o salón de mercado. Cuando Bosnia estaba bajo control austrohúngaro (desde 1878 hasta 1918) se construyó, en 1895 en el centro de la ciudad, un hermoso mercado de estilo arquitectónico neorrenacentista al que durante más de un siglo los habitantes de Sarajevo (musulmanes, serbios, croatas y judíos) concurrían a hacer sus compras. Este lugar de encuentro, de la gente de a pie, fue bombardeado por una granada de mortero el 5 de febrero de 1994, a las 12,15 hs, cuando estaba atestado de gente. Fueron asesinadas 68 personas y heridas 144. No se ha podido establecer de qué bando provino el disparo. La histórica y famosa frase del senador estadounidense Hiram Johnson “La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad” se puede aplicar, sin ningún tipo de pudor, a los sucesos conocidos como las masacres de Markale, pues en un primer momento las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas (UNPROFOR según las siglas en inglés) afirmaron que el ataque fue realizado por las fuerzas musulmanas. Sin embargo, más tarde, el informe de las UNPROFOR fue modificado sosteniendo que no se podía determinar, certeramente, desde donde había partido el ataque. Y 19 años más tarde, en 2003, como si los hechos y la historia fuesen una página en blanco dibujada por dueño del lápiz, se condenó al serbobosnio Stanislav Galić, quien fue durante la guerra el comandante del Cuerpo Sarajevo-Romanija del Ejército de la República Srpska, en el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) a cadena perpetua por haber sido encontrado responsable del crimen de Markale. El establishment occidental, por medio de la ONU, la OTAN y el TPIY, “a piacere”, fue cambiando el victimario; primero las fuerzas militares musulmanas, luego “no se sabe”, y al final las tropas serbo-bosnias.
La segunda masacre de Markale aconteció un año y medio después que la primera. El 28 de agosto a las 11 de la mañana fueron disparados 5 impactos de mortero. Como consecuencia fueron asesinadas 43 personas y heridas 75. El bando serbobosnio negó la responsabilidad en el hecho y acusó a las fuerzas musulmanas de haber realizado un auto-ataque con el fin de legitimar la intervención militar de la OTAN. Por su lado la UNPROFOR, en un informe confidencial enviado a la Asamblea General de la ONU, confirmó la autoría serbobosnia del ataque. Esta circunstancia habilitó la puesta en marcha de la Operación de Fuerza Deliberada (ODF, según las siglas en inglés). Esta operación militar, llevada a cabo por la OTAN, tuvo como objetivo debilitar a las tropas del ejército serbio de Bosnia. Se realizaron 3.515 salidas, destruyéndose un total de 338 objetivos. Los aviones participantes operaron desde Italia y desde portaviones estadounidenses. La red de defensa antiaérea serbobosnia, compuesta por aviones y misiles antiaéreos , poco y nada pudo hacer. En más de 3500 operaciones solo un Mirage 2000 francés fue derribado, en agosto de 1995.
La Masacre de Srebrenica tuvo lugar en el mes de julio de 1995. La ciudad se encuentra en el noroeste de Bosnia y para 1991, según el Censo Nacional de Población Yugoslavo, habitaban allí un 64% de musulmanes, un 29% de serbios, un 6% de yugoslavos y un 1% de croatas. Cuando la guerra comenzó, Srebrenica, fue tomada por tropas serbobosnias, pero rápidamente las fuerzas musulmanas, lideradas por Naser Orić, ocuparon la ciudad y sometieron a las poblaciones serbias que habitaban allí, y en las aldeas cercanas, a una constante persecución y hostigamiento que tuvo como consecuencia el asesinato de más de 3000 personas de nacionalidad serbia. Naser Orić, al finalizar la guerra, fue juzgado por estos crímenes, y otros cometidos en distintas regiones de Bosnia por el TPIY, siendo encontrado culpable de delitos de crímenes de guerra y no de genocidio, por lo que solo tuvo una pena de dos años de cárcel.
Para 1993 toda la región que rodeaba a Srebrenica estaba en manos de las tropas serbobosnias, lideradas por al general Ratko Mladić y 16 de abril la ONU, por medio de la resolución 819, declaraba a Srebrenica “área segura, libre de ataques y otras acciones hostiles”. En concordancia con la resolución el 18 de abril arribaba el primer contingente de tropas del UNPROFOR, que contaba con 7500 soldados. Sin embargo no se organizó ninguna defensa de los musulmanes y las tropas solo podían actuar en defensa propia. Así es que con la ciudad sitiada, y sin tropas musulmanas para defenderlas, el 2 de julio de 1995 Ratko Mladić organizó el ataque. Llamativamente las fuerzas de la UNPROFOR holandesas poco y nada hicieron para detener el avance serbobosnio. La OTAN permaneció pasiva y la ciudad cayó el 11 de julio. Ese día Ratko Mladić, en un improvisado discurso a la televisión, pronunció las siguientes palabras: “Aquí estamos, el 11 de julio de 1995, en la Srebrenica serbia, justo antes de un gran día para Serbia. Entregamos esta ciudad a la nación serbia, recordando el levantamiento contra los turcos. Ha llegado el momento de vengarse de los musulmanes”. Al día siguiente, Mladić se citó con coronel Thomas Karremans, que comendaba las UNPROFOR. Y según los testimonios recogidos en una investigación del parlamento neerlandés, frente a un cerdo degollado, el general serbio le dijo a su par holandés: “Esto es lo que os espera a ti y a tus hombres si no obedeces”. Entonces Karremans aceptó todas las exigencias serbias, permitiendo incluso que lo fotografiaran tomando rakija (aguardiente balcánico) con Mladić y otros militares serbios de Bosnia.
No se sabe, certeramente, cuantos fueron los musulmanes fusilados, pero el número se calcula en miles. Las cifras más confiables sostienen un número cercano a las 7000 víctimas, en su mayoría hombres, pero hubo mujeres, niños y ancianos también. Luego de esta barbarie la OTAN incrementó su ataque aéreo sobre las fuerzas serbobosnias, generando las condiciones para que se aceptase un alto el fuego y se negociara el cese de hostilidades.
La Paz no se firmó en Sarajevo, ni en ninguna ciudad europea, sino en la base aérea de Wright-Patterson, en Dayton Ohio, EUA. Y los Acuerdos de Dayton no solo legitimaron lo ocurrido durante la guerra, es decir que se “respetaron” los territorios conquistados por cada uno de los bandos, sino que se han convertido en un laberinto que mantiene perdidas, y sin poder encontrarse, a todas las nacionalidades de Bosnia-Herzegovina.
Kosovo era una provincia autónoma dentro de la república de Serbia en el marco de la RFSY, con derechos nacionales para los albanokosovares, que representaban más del 80% de la población. Pero cuando la desintegración de Yugoslavia se había puesto en marcha, a fines de la década de 1980, quien era el presidente de la República Federativa Socialista de Serbia, Slobodan Milošević, personificó el envalentonamiento nacionalista. El 28 de junio de 1989, cuando se cumplían 600 años de la Batalla de Kosovo Polje, el líder serbio realizó un acto, multitudinario, en conmemoración de aquel enfrentamiento en el que la nobleza serbia, mediada por la sangre de sus campesinos, fue derrotada por las tropas del sultán Murad I y sus jenízaros. El nacionalismo serbio, surgido durante el siglo XIX, fue construyendo de la Batalla de Kosovo el mito nacional más significativo. No hace falta explicar demasiado; si uno de los dirigentes más encumbrados de una república, que se pretende anticapitalista, lleva adelante un acto y movilización nacionalista, de la magnitud que tuvo el discurso de Gazimestán, la salud del comunismo y la fraternidad nacional dejaba bastante que desear. Al año siguiente, el 6 de julio de 1990, el gobierno de Milošević le quitó la autonomía a la provincia de Kosovo.

Esta situación provocó que se consolidara un movimiento albanokosovar, que anteriormente pugnaba solo por mejores condiciones materiales para la provincia, la región más pobre y marginada de la RFSY, pero que ahora tenía como objetivo lograr la independencia de Serbia. El nacionalismo independentista se dividía en dos: la Liga Democrática de Kosovo, que proponía la solución de la cuestión a través de la negociación, y el Ejército para la Liberación de Kosovo, que tenía como instrumento la lucha armada.
Conforme fue avanzando la década de 1990 la tensión entre el independentismo albanokosovar y el gobierno de serbio de Milošević se fue acrecentando. Los enfrentamientos entre los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional de Kosovo y los militares y paramilitares del gobierno serbio fueron escalando desde mediados de la década de 1990. Y en 1998 los EUA y la OTAN comenzaron a hablar de que en Kosovo se estaba llevando adelante una limpieza étnica por parte del gobierno serbio sobre la población albanokosovar. En ese marco de tensión la OTAN convocó, en febrero de 1999, al independentismo albanés y al gobierno yugoslavo, de Milošević, a discutir la cuestión al castillo de Rambouillet, en Francia. Pero las negociaciones no llegaron a buen puerto pues las condiciones requeridas a Serbia implicaban, en los hechos, la pérdida de la soberanía sobre Kosovo. Así es que como consecuencia del rechazo serbio, o yugoslavo porque Serbia conjuntamente con Montenegro formaban la República Federal de Yugoslavia, la OTAN le envió un ultimátum a Belgrado, que no fue aceptado, y el 24 de marzo de 1999 comenzaron los bombardeos sobre la pequeñita Yugoslavia capitalista, que tenía poco menos de 7 años de vida y había surgido como consecuencia de la desintegración de la RFSY.
Los bombardeos de la OTAN, sobre Serbia, Montenegro y Kosovo, duraron 78 días y finalizaron el 10 de junio de 1999. En Yugoslavia las víctimas de la guerra, entre soldados y civiles, se calculan entre 3500 y 4000, mientras que la OTAN sufrió solo dos bajas. La infraestructura del país fue gravemente dañada y Kosovo ocupada por soldados de la OTAN. En los hechos, desde el 11 de junio de 1999, la que era una provincia dentro de la República de Serbia dejo de serlo. Nueve años más tarde, de manera unilateral, el gobierno albanokosovar declaro oficialmente la independencia del país.
Entonces, llegado a este punto, resulta fundamental destacar que la “biblia”, que reza la imposibilidad de convivencia de los yugoslavos y la consecuente necesidad de crear diferentes Estados-Nación, es una producción colectiva escrita en varios idiomas. De los países descendientes de la ex Yugoslavia, tanto como desde el exterior se ha consolidado una sentencia que puede ser resumida de la siguiente manera: Los Balcanes son un territorio en el que existen diferentes religiones, culturas y civilizaciones, y la experiencia yugoslava fue un experimento improcedente que pretendió unir lo imposible de unir. En términos generales se puede decir que la “biblia” reza que el pecado original, la causa de todos los males, es la fraternidad y convivencia de los trabajadores balcánicos.
Pero sucede que esta tajante certeza acerca de la imposibilidad de convivencia no es tan inocente e imparcial. Más bien fortalece ciertos intereses y debilita otros. ¿Qué intereses favorece? ¿Cuáles debilita? Hace más de un siglo, exactamente 112 años, León Trotsky escribió un artículo titulado “Los Balcanes, la Europa capitalista y el zarismo”. Allí describía y analizaba la cuestión nacional balcánica, y en un párrafo muy esclarecedor sostenía lo siguiente:
“Los Estados que hoy en día forman la península balcánica fueron fabricados por la diplomacia europea en la Conferencia de Berlín de 1878. En ella se tomaron todas las medidas para transformar la diversidad nacional de los Balcanes en una maraña de pequeños Estados. Ninguno de ellos podría extenderse más allá de un cierto límite. Cada uno de ellos constreñido entre sus propios lazos diplomáticos y dinásticos opuestos a todos los demás. Y para acabar, todos impotentes frente a las constantes maquinaciones e intrigas de las grandes potencias europeas”.
Con la desintegración de Yugoslavia pareciera haberse reeditado, más de un siglo después, el Congreso de Berlín de 1878. La creación de estos nuevos Estados-Nación tuvo que ver, no solo con la diplomacia europea sino, y sobre todo, con la intervención estadounidense y la OTAN. Arriba hemos detallado los casos de Bosnia-Herzegovina y Kosovo, en los que la OTAN al demonizar al nacionalismo serbio y victimizar a los otros nacionalismo yugoslavos, justificó su intervención “humanitaria”. Porque además de las masacres de Markale y Srebrenica, en Bosnia-Herzegovina, y de la agresión de la OTAN, por la cuestión de Kosovo, a la República Federal de Yugoslavia, existió otro conflicto significativo en el marco de las Guerras de Desintegración de Yugoslavia, en Croacia, que pasó, “llamativamente”, desapercibido para los grandes medios de prensa internacionales: La Operación Oluja (Tormenta).
Cuando el nacionalismo croata declaró la independencia de Croacia de Yugoslavia comenzaron a enfrentarse las fuerzas independentistas croatas con las improvisadas milicias serbias. Es importante aclarar que en la República Federativa Socialista de Croacia, al momento de comenzar las guerras de desintegración, el 13% de la población era de nacionalidad serbia. Y ante la declaración de independencia del nacionalismo croata, en 1991, se armaron fuerzas militares de los serbios de Croacia que tenían como fin agrupar a la población serbia en enclaves nacionales independientes. En ese contexto es que se organizó la República Serbia de Krajina, que no tenía continuidad territorial pero si política. Esta república ocupaba el 18,4% del territorio de Croacia, había sido declarada Área Protegida por la ONU y se encontraba bajo protección de la UNPROFOR. Sin embargo a principios de agosto de 1995 la Croacia independiente, liderada por Franjo Tuđman, llevó adelante la Operación Oluja (la batalla terrestre más grande en el continente europeo desde la SGM) que atacó las posiciones serbias, dejando unas 1500 víctimas y obligando a que un número cercano a 300.000 serbios tuvieran que huir, con lo puesto, hacia Bosnia-Herzegovina y Serbia para escapar de la balas del nacionalismo croata.
La ONU abandonó las áreas protegidas en las que estaban los serbios de la República de Krajina dejando actuar a las fuerzas croatas, mientras que la OTAN no brindó ningún tipo de socorro aéreo, a la población serbia, como si lo hizo con los musulmanes en Bosnia y los albaneses en Kosovo. En menos de una semana convoyes con decenas de miles de serbios huían de sus hogares con el silencio cómplice de la prensa internacional y la pasividad de la OTAN.


[1] La Kominform (acrónimo en ruso de Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros) era una organización para el intercambio de información y experiencias entre los partidos comunistas.
[2] Jugoslsvija (Yugoslavia) significa en serbocroata el país (o la tierra) de los eslavos del sur.
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