CONFLICTOS BELICOS EN AFRICA

Por  Nicolás Facundo Maiola  (Periodista y colaborador del CAEG)
El continente africano, víctima del colonialismo imperialista europeo desde mediados del siglo XIX

 

Todo análisis de la realidad africana debe partir de la complejidad geográfica, social y cultural que presenta el continente africano y que, necesariamente, condiciona cualquier acción o proyecto que se lleve a cabo en su seno, incluidas las operaciones militares. Por ello conviene iniciar este texto con algunas reflexiones preliminares sobre los pueblos y los Estados que conforman actualmente la realidad africana.

África posee una extensión de 30,3 millones de kilómetros cuadrados que equivale, aproximadamente, a tres veces la del continente europeo. Más de un centenar de etnias y diversas tribus nómades conviven allí desde la prehistoria, en el territorio heredado por sus antepasados. Todavía durante la primera etapa de colonialismo, existían importantes áreas del África Central que no habían sido exploradas y en gran medida la colonización europea no había pasado de las zonas costeras.

Recordemos que para fines del S. XIX, casi todo el continente africano estaba invadido por las potencias europeas. Entre ellas Alemania, que por su reciente unificación, estaba con miras expansionistas. Por esto, Francia y Reino Unido deciden convocar a una asamblea a la mayoría de los países europeos, más Estados Unidos, con el fin de resolver los problemas que planteaba la expansión colonial en África y para acordar el reparto de los recursos naturales entre las potencias europeas. La Conferencia de Berlín fue celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885. En la misma, ningún Estado africano estaba representado. Tras la Conferencia, sólo dos países africanos conservaron el derecho a preservar su independencia: Etiopía y Liberia (la cual estaba bajo la protección de los Estados Unidos de América).

Además, se acordó la repartición de las tierras africanas entre las distintas potencias reclamantes, acordando la división a partir de meridianos y longitudes, y  en menor medida por fallas geográficas. En otras palabras, se dividió el continente africano poniendo una regla sobre determinados límites aleatorios, sin tener en cuenta las diversas naciones o tribus que allí habitaban, quedando muchas veces separadas o alejadas de su territorio natural. Es por esto que la población pocas veces se siente identificada con su gobierno, o directamente no se siente identificada por sus representantes.

La Conferencia de Berlín está considerada por numerosos historiadores como el momento culminante que dio impulso al colonialismo exacerbado, iniciado por Francia y Reino Unido en todo el mundo desde fines del siglo XIX. Mientras tanto, los conflictos que se pretendían solucionar con esta conferencia no hicieron sino agravarse en forma lenta pero continua, provocando unas tensiones territoriales, políticas y económicas entre las principales potencias europeas, que desembocarían en el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.

Los diferentes tipos de conflictos armados en el continente

Es difícil elaborar una tipología estricta de los distintos conflictos armados que azotan el continente africano, ya que los mismos son numerosos y sus escenarios muy variados. No obstante, algunas similitudes obvias nos permiten hacer grandes reagrupaciones y notar que todos estos conflictos tienen una base común: el déficit democrático. La causa principal de todos estos conflictos es siempre la falta de democracia y la falta de representatividad gubernamental. Además de esta transición democrática malamente asumida, podemos destacar otros conflictos causados por: tráfico de minerales con rentabilidad elevada; problemas étnicos y tribales; y maniobras de las grandes potencias occidentales, con un subyacente interés por el suministro de armas.

Las guerras civiles: denominador común en muchos países africanos

En resumen, las principales causas e intereses de los conflictos son:

1) El acceso y la distribución de los recursos (Por ejemplo, el territorio, el dinero, las fuentes de energía, alimentos, etc.)

2) El control del poder y la participación en la toma de decisiones políticas,

3) Los problemas de identidad (comunidades culturales, sociales y políticas), producido por el mestizaje étnico, cultural y social.

Todo esto deja una sensación pesimista de esta dinámica de conflicto y violencia que se autoalimenta y no deja de crecer. La crisis de los cayucos en Canarias, en la década pasada, los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla y los trágicos sucesos de los naufragios en Lampedusa, son los indicadores más visibles de la desesperación a la que conduce el subdesarrollo y la inseguridad extrema. Es una realidad que tiene poca visibilidad en nuestro mundo occidental, excepto cuando llama a nuestras puertas. Llegados a este punto, llama la atención la asimetría de algunas actuaciones europeas, que, jactándose de un derecho de injerencia basado en una responsabilidad de proteger, un tanto selectiva, nos recuerda una época colonial ya pasada.

Lagos, centro comercial en Nigeria

En conclusión, la competencia por el reparto de los importantes recursos africanos entre las potencias mundiales, potencias emergentes y otros actores no estatales, es palpable. El protagonismo destacado de las potencias europeas y de Estados Unidos seguirá siendo el preponderante en un futuro previsible y lo que suceda en África les concierne directamente. Los vínculos e intereses compartidos que se han creado entre numerosos países africanos, Estados Unidos y los países europeos, en especial con Francia y Reino Unido, debieran obligar a estos a implicarse más en la seguridad y el desarrollo de África. Deberían hacerlo contando con las potencias estatales y organizaciones regionales africanas. La cuestión clave, para no caer en un neocolonialismo globalizador, es cómo mantener vinculados la cooperación y el desarrollo con la estabilidad y la seguridad. Se trata de una aproximación integral a la situación. Lamentablemente, es más sencillo asegurar el acceso a mercados y recursos que buscar un comercio equitativo con pueblos que tengan capacidad de decidir sobre su futuro y recursos en paz y libertad. Toda posible salida a estos conflictos exige determinación, recursos y partir de la realidad interna de África. Es una tarea inmensa, pero no imposible, tal como podemos comprobar al recapitular de forma general la cuestión africana.

 “(el colonialismo) «es el hacha que desarraigó la tradición africana, dejando a la población a la deriva, con escasas posibilidades de extraer experiencias del pasado».” – Augustine Ovuoronye Ikelegbe, escritor nigeriano.

 

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